Los niños detestan las coles de Bruselas y
adoran el chocolate. Lo primero es cuestión de papilas gustativas y lo segundo
de química cerebral. Ya que el cuerpo les pide dulce, al menos que sea casero
como estas magdalenas de chocolate. Como aquí nuestro lema es el “lo que pida”,
recomiendo apuntar cada paso de la preparación, porque las magdalenas, como los
niños, nunca se comportan igual.
Siempre se puede convertir cada fracaso en una oportunidad para
aprender, como con las rabietas. Podemos transmitir desaprobación por una
conducta, pero no desaprobación por la persona. Una magdalena concreta puede
achicharrarse, no subir, tornarse adoquín, pero en general ¡qué ricas están las
magdalenas!